domingo, 5 de diciembre de 2010

LA NO-VIDA DE LOS OTROS

El premio Oscar 2007 a la mejor película de habla no inglesa fue para “Das Leben der Anderen” (“La vida de los otros”, Alemania, 2006) del director y guionista alemán Florian Henckel von Donnesmarck. La trama envuelve a los personajes en una historia enmarcada en el control que el gobierno de la entonces República de Alemania Democrática ejercía sobre los círculos intelectuales sospechados de pensar distinto a la ideología del régimen gobernante. La cuestión es que la vida de los otros fácilmente puede trasformarse en la no-vida, e incluso, la muerte de los otros.
El domingo se realizaron, en Bosnia y Herzegovina, actos en memoria de “La masacre de Srebrenica”, realizada quince años atrás por tropas serbio-bosnias que ingresaron a la ciudad y ejecutaron cerca de 8100 hombres musulmanes habitantes de la ciudad. Dicha ciudad era considerada como “segura” por la ONU; ese día, cuatrocientos cascos azules abandonaron la ciudad a su suerte, para que fuera ocupada por el general Ratka Mladic. Inmediatamente los llamados “escorpiones” procedieron a ejecutar a todos los varones musulmanes, y sin distinción de edad niños, jóvenes, adultos y ancianos fueron asesinados mientras la ciudad era presa del saqueo y de la limpieza étnica. Ésta masacre fue considerada genocidio por el Tribunal Internacional para la ex Yugoslavia, y ratificada por el Tribunal Internacional de Justicia.
La limpieza étnica es la acción de grupo que tiende a homogeneizar la sociedad “depurando” de la misma los elementos distintos a las propios, sean constituidos por otros grupos religiosos, otro grupos étnicos, otros grupos socioeconómicos, otros grupos ideológicos, en definitiva, por aquellos a los que se considera “los otros”. Las prácticas incluyen legislaciones discriminatorias, guetos, deportaciones y finalmente ejecuciones individuales y masivas (cuando es el estado el que lleva adelante ejecuciones masivas de un grupo por el solo hecho de la pertenencia al mismo se lo considera genocidio).
El estado Alemán gobernado por A. Hitler no se privó de ninguna de estas soluciones, y como vemos, la experiencia de Auschwitz y Treblinka fue repetida en los Balcanes 5 décadas después. Esto claramente nos muestra que la humanidad no comprendió lo sucedido en los campos de exterminio, que la cuestión de “los otros” sigue vigente.
¿Quienes son los otros? ¿Existen los otros? Sin dudas que los otros están allí, los intuimos, los vemos, los sentimos, nos recuerdan lo que somos y lo que no somos, nos limitan, nos obligan, a veces sentimos el infierno en la mirada de los otros, a veces los otros son los que nos complementan y nos ayudan.
La cuestión es cuál es la mirada que ponemos en los otros, que reconocimiento les hacemos. Gran parte de la discusión politológica y filosófica gira en la otredad, el el multiculturalismo, en los movimientos de reconocimiento de las minorías. La resistencia de los movimientos feministas, de las supuestas minorías sexuales, de los pueblos originarios, de los sin tierra, de los tercermundistas, nos obligan a revisar nuestra mirada hacia los otros. Sus preferencias, su origen, su elección, su condición ¿amerita que sean privados de lo que se otorga a otros? Sufren por estos motivos una condición de ciudadanía disminuida que se justifica desde la mirada que considera que no son como nosotros, y por tanto ellos, los otros, no pueden tener los mismos derechos. ¿Son acaso menos personas, menos ciudadanos, menos vecinos? Sin dudas que el reconocimiento de la diversidad debe provocar debate, evaluación y no todo puede ser aceptado sin un escrutinio. A modo de ejemplo, ¿puede en razón de la diversidad aceptarse que una mujer sea lapidada por adulterio? ¿puede aceptarse como pauta cultural la oblación de clítoris que se practica en ciertos pueblos? Los derechos humanos nos dan un contenido muy útil al momento de realizar estas evaluaciones.
La argentina discute hoy su ley de matrimonio civil. ¿Pueden razones culturales, religiosas, tradicionales, privar a unos de los que otorga a otros? Cada persona, cada grupo tienen derecho a considerar el tema de una determinada manera, pero ¿puede el estado tomar un plan de vida de un grupo e imponerlo al resto de la sociedad?
El legislador trabaja solo debe considerar un grupo o a toda la sociedad? Que pasa con los otros, ¿deban aceptar los planes de vida ajenas porque son considerados mejores por, incluso, la mayoría? ¿Fueron los separados un grupo minoritario compuesto por personas con ciudadanía disminuida? Gianni Vattimo recompuso su sistema filosófico en lo que llama el “pensamiento débil” es decir, visiones de la vida que hagan sus postulados más “delgados” (la palabra débil suena, para nosotros argentinos, de una manera peyorativa) de manera que sean más tolerantes, que admitan una mayor aceptación del grupo social, en definitiva propone eliminar los rasgos fanáticos e intolerantes de los sistemas de pensamiento (trabajó sobre el comunismo y catolicismo, incluso su postura se conoce como “catocomunismo”): Bruce Ackerman propone el “comedimiento del dialogo”, es decir, que la agenda de debate público no contemple los temas donde por cuestiones de intolerancia nos sea imposible ponernos de acuerdo. Toda esta tradición, evidentemente, abreva en la cuestión de la “neutralidad estatal” versus el “perfeccionismo estatal”
Será la hora de pensar en serio que tipo de sociedad queremos, como ponemos la mirada sobre los otros, mirada que en Argentina estuvo claramente signada por la disputa, el enfrentamiento, la intolerancia, federales y unitarios, peronistas y antiperonistas, azules y colorados, capital e interior no son sino maneras de relacionarnos con los otros, una manera impropia, a mi modo de ver. Es transformar la vida de los otros en no-vida, vida disminuida, segregada rechazada.
Lo que es claro es que todo lo que estoy diciendo admite tu mirada, la del otro que piensa distinto y que admite que quizás tengas razón vos y no yo; pero de algo estoy seguro, si yo no voy a obligarte a pensar como yo ¿vos harías los mismo? Estar dispuesto a reconocer al otro es mucho más difícil que no hacerlo, es más arduo y trabajoso escucharlo, entenderlo y llegar a un acuerdo. Es la vida de los otros, pero también la de todos.

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