jueves, 31 de diciembre de 2015

CRUCES ROSAS EN CIUDAD JUAREZ

Ciudad Juárez, Estado mexicano de Chihuahua, 1993; una niña de 12 años llamada Gladis Fierro aparece muerta y violada, y a ella le siguen más mujeres, todas asesinadas, violadas, torturadas brutalmente, mutiladas. Todas son jóvenes, fueron secuestradas, y sometidas a una violencia física, sexual, moral que escarcha el alma. Son de origen humilde, trabajadoras y luego de ser asesinadas son abandonadas en descampados de esa ciudad de frontera, de borde, de límites violentados. A la fecha más de 700 mujeres han sido víctimas de estos crímenes cruentos e impunes, porque la autoridad mexicana da espaldas a éste feminicidio, la sociedad no reacciona e incluso mira sospechosamente a las víctimas, mujeres jóvenes y humildes.
En 2009 la Corte Interamericana de Derechos Humanos en la sentencia del caso conocido como “Campo Algodonero” condenó al Estado Mexicano por no garantizar la vida y seguridad de estas mujeres, lo condenó por no evitar la impunidad de estos crímenes, por discriminar a las víctimas y sus familias.
La mexicana Marcela Legarde ha impulsado el término feminicidio como la violencia contra la mujer por el solo hecho de serlo, cometida por hombres, destacando el papel central que la falta de acción del Estado tiene en la construcción de ésta violencia y que se integra a las relaciones de poder de género. Dice Lagarde: “Quise que no se confundiera con homicidio y se pensara que era la feminización de esa palabra; que fuera parecida y diferente para incluir los crímenes misóginos contra mujeres y, de manera central, la enorme tolerancia social y del Estado a la violencia contra las mujeres y las niñas, con las consecuencias de impunidad e injusticia”.
El acuerdo de Libre Comercio trajo a Ciudad Juarez el desarrollo de la industria maquiladora, empresas de capitales y dueños extranjeros que trabajan materiales importados sin arancelamiento, y que por supuesto van de la mano de trabajo precarizado, donde muchas mujeres jóvenes encuentran un salida laboral en estos emprendimientos. Estás mujeres trabajan, se mueven, se exponen en ese ámbito laboral y social, que pone una mirada sobre ellas y desata las relaciones de poder de género en un ámbito mexicano fuertemente misógino, patriarcal y machista que se duplica en estas trabajadoras y todo lo que representan. Si a ésta situación en sí misma aberrante la agregamos la presencia de narcotráfico y crimen organizado ya naturalizado en la región, la violencia de género impera con impunidad e indiferencia. Dice Luisa García, líder de la ONG Nuestras hijas de regreso: “Parece que nos hubiéramos acostumbrado a perder a nuestras niñas y que eso fuera lo normal”, es que el feminicidio cuenta con poderosos aliados, la indiferencia social, la inactividad estatal, la naturalización de las muertes.
Los cuerpos de estas mujeres, desde hace mas de 20 años, aparecen ininterrumpidamente siempre en descampados, expuestos a la intemperie, casi como gritando, ya muertas, el desamparo estatal en el que vivieron. Pero además sus cuerpos revelan una pavorosa tortura y mutilación, explicando Rita Segato que el cuerpo femenino es territorio de poder, un territorio propio de autonomía e identidad sobre el que se lucha por dominio y liberación, esa violencia es expresiva de una relación de poder, de dominio territorial que se quiere imponer. Segato lo vincula a una pedagogía de la crueldad que atraviesa nuestra sociedad.
Debemos entender la ignominia de Ciudad Juarez porque esa misma brutalidad la encontramos cuando el magnate devenido candidato Donald Trump ataca a Hillary Clinton. Trump utilizó una expresión vinculada a una penetración sexual que es sin dudas un ataque sexual al cuerpo femenino, cuerpo sobre el que planta batalla de dominio y poder. Y que también se expresan en cuerpos femeninos quemados con fuego, mutilados con ácido, con cicatrices imborrables. Pero también debemos empezar a develar esas batallas libradas en nuestra televisión, en el cine, en las escuelas, en nuestros trabajos y familias, en amistades y clubes.
Imposible agotar el tema, las distintas miradas, posiciones políticas, filosóficas, los matices que hasta el propio feminismo tiene, e incluso el potente lenguaje que nos habita, pero al menos brevemente abrimos el corazón y la voluntad a ésta batalla ineludible. ¿Puede un varón entender totalmente el dramatismo de la situación? No lo se, pero ésta lucha no puede sernos ajena, no debe serlo ni desde la emoción ni desde la voluntad de hacer.  

Cruces Rosas que en Ciudad Juárez representan a esas jóvenes y sus familias, que se expanden y resuenan en el resto del mundo, en nuestra Argentina, y que debemos ver y escuchar, para entender y actuar.

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