sábado, 26 de septiembre de 2015

El "DOBLE ESTÁNDAR BRITÁNICO EN EL CASO DIEGO GARCÍA

La primera vez que leí la palabra “atolón” me resultó extraña y fascinante pero también inquietante ya  que se trataba de una nota sobre las pruebas nucleares en Mururoa, otra palabra que me resultaba exótica, y mi mente infantil vagaba entre misteriosas islas perdidas y la fascinante energía nuclear. Un atolón es una isla de origen coralino en forma anular y precisan aguas cálidas en las que pueda dasarrollarse la estructura viva de coral; se encuentran mayormente en los océanos Pacífico e Índico. En éste último se ubica la estructura de atolones más extensa, el archipiélago de Chagos, cuya isla principal es el Atolón “Diego García”.



Diego García de Moguer fue un navegante español que formó parte de la expedición de Magallanes y Elcano cuando realizaron la proeza de dar la vuelta al mundo y participó activamente en las expediciones en nuestro territorio, su espíritu inquieto lo llevó a remontar el Río Paraná e incluso explorar el Río Pilcomayo. No está claro si fue el primero o no, pero lo cierto que al mando de una expedición portuguesa 1544 llega al archipiélago Chagos y su nombre quedó asociado a la isla principal. Los portugueses fueron los soberanos hasta el siglo xxviii, momento en el que pasaron a dominio francés que reclamó la zona como perteneciente a su territorio colonial y la ocuparon con esclavos africanos que trabajaron en plantaciones de coco. La isla era alternativamente habitada y abandonada pero al finalizar el ciclo de las guerras napoleónicas con la caída de Bonaparte los británicos se quedaron con ellas gracias al Tratado de París de 1814. El incremento de la navegación dotó a las islas de una cierta importancia como punto de reabastecimiento de carbón para los buques ingleses, y aquí la historia vuelve a conectar a Diego García con nuestro país, solo que no ya por el navegante, sino por la isla.
Los ingleses cambiaron el estatus jurídico de las islas de “colonia” a “Territorio Marítimo de Ultramar”, situación co
mpartida por las Islas Malvinas. Por supuesto que tal estatus no oculta ni disfraza el carácter de colonial de su posesión y como tal debería ser incluido dentro de los casos a tratar por Comité de Descolonización de Naciones Unidas, tal como los casos de las Islas Malvinas o Gibraltar, como ejemplo.
Ahora bien, el “caso Diego García” nos muestra claramente con qué impunidad, hipocresía y doble estándar se maneja Gran Bretaña en la política internacional. En la disputa por la soberanía de las Islas Malvinas claman por un supuesto reconocimiento al derecho de autodeterminación de los pueblos, claro que se trata de una población implantada y no originaria, los kelpers, a quienes dicen “se debe escuchar y respetar”. Insisto, éste derecho es reconocido a los pueblos que originariamente viven en dicho lugar y no es el caso de los kelpers por lo que estos habitantes no gozan de tal derecho.
Ahora bien, veamos la situación en Diego García. En 1966 los británicos arrendaron la isla a los Estado Unidos que puso como condición que la isla fuera entregada “libre de población local”, es decir, que se expulsara a sus habitantes originarios, aproximadamente 2000 personas; documentos desclasificados muestran que los norteamericanos utilizaron la eufemística expresión “saneadas”, las islas deberían ser “saneadas” antes de la entrega. A partir de ese momento se se reclasificó a sus isleños como residentes temporarios y se empezó a negar el reingreso a los habitantes que habiendo salido deseaban volver a sus casas en las islas, y luego directamente fueron sistemáticamente expulsados y reubicados en Mauricio y las Seychelles. Los “chagositanos”, gentilicio de los habitantes originarios de las islas,  reclaman desde ese momento su derecho a volver a su territorio y por supuesto, el derecho de auto determinación de los pueblos que en éste caso sí  evidentemente procedente. Si en el caso de las Malvinas los ingleses invocan (mal) el derecho de autodeterminación de los puebles uno pensaría que coherentemente deberían aceptarlo en el caso Diego García, pero la respuesta es que no. En un claro ejemplo de doble estándar, lo que invocan como derecho lo niegan cuando tal derecho es invocado por otros.  En el año 2000 la Justicia británica reconoció como ilegal la expulsión de los habitantes, pero en 2003  a instancias del premier Tony Blair se revirtió la decisión. En 2006 otro pronunciamiento al respecto reconoció el derecho de los isleños a regresar como una de las más fundamentales libertades reconocidas a los seres humanos. Pero nada cambió. La comunidad internacional ni atiende el reclamo de los isleños chagositanos, quienes permanecen silenciados por la potencia colonial, e invisibles ante la comunidad internacional.
Pero el oprobio no termina aquí. Estados Unidos ha arrendado la isla para instalar una base naval, es decir, para militarizarla como punto estratégico en el Índico. Desde dicha base salieron misiones aéreas para las operaciones militares en Irak y Afganistán. Además se ha denunciado que son también utilizadas para alojar a prisioneros vinculados a la lucha contra el terrorismo, transformando a Diego García en una suerte de Guantánamo más oculto, sin control y violatorio de las leyes internacionales y de los derechos humanos. La ONG inglesa “Reprieve” ha denunciado el hecho reclamando que los norteamericanos utilizan territorio británico para sostener prisiones ilegales en las que la CIA tortura prisioneros.
El arrendamiento norteamericano termina en 2016, oportunidad única para desinstalar dicha base, devolver a los chagositanos su isla, y dejar que decidan si quieren ser libres e independientes, algo que ya adelantaron. Por supuesto, las negociaciones para renovar el arrendamiento se encuentran avanzadas, ante el silencio de Naciones Unidas.





sábado, 12 de septiembre de 2015

DUERME

Hay una diferencia importante entre los términos “migrantes” y “refugiados”, mientras los primeros dejan su país en busca de una mejora en la calidad de vida, los segundos huyen de su país por el miedo a los conflictos armados y persecuciones que sufren, huyen para salvar la vida de su familia y volver no es una opción. El Derecho Internacional asiste a los refugiados con el derecho de asilo, y no puede impedírseles el ingreso o deportarlos para que regresen al país en el que su vida o libertad está en grave y seguro peligro. Sin embargo todas las campañas políticas europeas muestran a los candidatos vociferando que impedirán el ingreso de los refugiados que son estigmatizados como la razón de los males económicos de su país. Se construyen muros, se arman patrullas de control, se levantan campamentos de emergencia de condiciones indignas para que estas personas no se muevan y puedan ser devueltas. Cada año el flujo de familias que intenta salvar la vida tratando de ingresar a Europa aumenta. El mediterráneo los encuentra a bordo de embarcaciones atestadas que cuando naufragan producen un desastre en pérdidas de vidas. Hasta la paradigmática muerte del pequeño Aylan nadie, solo unos pocos, en la Unión Europea estaba dispuesto a mover un dedo por ellos, salvo para deportarlos. La vieja y guerrera Europa, la Europa de las luces, la Europa que migró hacia América cuando lo necesitó, la que se expandió bajo la potencia del colonialismo, civilizada y cruel, se molesta con los refugiados que llegan, y sobre los que, digámoslo, tiene responsabilidad.
El gran caudal de los refugiados que hoy intenta llegar a Europa para salvar su vida proviene de tres países, Afganistán, Libia y Siria. Afganistán está en guerra desde hace más de 30 años, allí combatieron los rusos, allí Estados Unidos mandó a sus asesores para entrenar combatientes que luego formaron Al Qaeda, allí los Talibanes se quedaron con las ruinas que dejaron los ejércitos rusos, los milicianos armados por occidente y finalmente la coalición al mando de Bush. En Siria la guerra se desató con la primavera Árabe, con Estados Unidos armando y asesorando a quienes querían destituir al gobierno de Damasco de Bashar al- Assad, allí surgió el Califato de Isis, el Estado Islámico, que se quedó con todo el material bélico que occidente envió y lo utilizaron para profundizar una guerra civil feroz. En Libia también llegó la primavera Árabe y Francia propició operaciones aéreas de “protección” y bajo éste eufemismo derrocaron a Gadafi tan solo para asegurar el petróleo libio dejando al resto del país en estado de guerra civil de base tribal desde ese momento. En los tres países las operaciones militares encabezadas por EEUU, Rusia y Europa dejaron una nación en guerra civil y obligaron a millones de personas a huir desesperadas. Sobre esas personas se discute si se las ayuda o no. Indignante.
La llamada “crisis del mediterráneo” se refiere al flujo de refugiados que intenta llegar a Europa cruzando dicho mar, en el primer semestre de 2015 fueron, según estimaciones de la Agencia de Naciones Unidas para Refugiados, 137.000 personas. Solo en abril a raíz de los hundimientos murieron 1038 personas y a lo largo del primer semestre sería arriba de 1800 personas. A ésta altura del año las estimaciones nos hablan de 225.000 personas refugiadas llegadas a Europa, estas cifras no nos hablan de su sufrimiento, desarraigo, pérdida de salud y educación, no nos hablan de las familias desmembradas, las amistades perdidas, la cultura postergada,  no nos hablan de los que quedaron a merced de los “Señores de la Guerra”, muriendo y sufriendo bajo las armas, la tortura, el hambre, las enfermedades, la pérdida de toda infraestructura.
En Siria han huido 4 millones de personas a países vecinos y 8 millones se han desplazado en el interior de su país, los muertos se cuentan en 250.000 personas. En Libia se calculan 30.000 muertos y 200.000 desplazados, en Afganistán se calculan 150.000 muertes desde 2001. La miseria y el sufrimiento no parecen contarse, es que se trata de gente que solo “cuenta” a la hora de sus muertes.
La situación de los refugiados que llegan es caótica, sin dinero, alimentos, techo, documentos de ingreso, con problemas de idioma, quedan a la merced de la policía y agentes de fronteras que los persiguen como si de delincuentes se tratara. La ayuda ha comenzado espontáneamente encabezada por la gente que se compadece, mientras Ángela Merkel “reparte cuotas de recepción” entre los países y se digna a abrir sus fronteras a trenes y vehículos.
Para muchos la foto de ese niño en la playa es un golpe al corazón, otros ven en ella solo morbo, cada uno sabrá que le produce, pero debería al menos azotar a los gobiernos europeos para que despierten a un desastre humanitario a resolver. Hay muchos otros refugiados en peligro en América y Oceanía, también deberíamos hablar de ellos y no esperar otra imagen desgarradora.
Duerme. La marea lo acaricia en un vaivén que acuna y puedo imaginar, sentir el arrullo del mar; deseo fervientemente que despierte y el corazón se me estruja sabiendo que no podrá ser, que se ha llevado sus risas y sueños. Y quedamos nosotros, en un mundo que permite esta ignominia y que quizás solo se escandalice hasta la próxima noticia.