La primera vez que leí la
palabra “atolón” me resultó extraña y fascinante pero también inquietante ya que se trataba de una nota sobre las pruebas nucleares en
Mururoa, otra palabra que me resultaba exótica, y mi mente infantil vagaba
entre misteriosas islas perdidas y la fascinante energía nuclear. Un atolón es
una isla de origen coralino en forma anular y precisan aguas cálidas en las que
pueda dasarrollarse la estructura viva de coral; se encuentran mayormente en
los océanos Pacífico e Índico. En éste último se ubica la estructura de
atolones más extensa, el archipiélago de Chagos, cuya isla principal es el
Atolón “Diego García”.
Diego García de Moguer fue
un navegante español que formó parte de la expedición de Magallanes y Elcano
cuando realizaron la proeza de dar la vuelta al mundo y participó activamente
en las expediciones en nuestro territorio, su espíritu inquieto lo llevó a
remontar el Río Paraná e incluso explorar el Río Pilcomayo. No está claro si
fue el primero o no, pero lo cierto que al mando de una expedición portuguesa
1544 llega al archipiélago Chagos y su nombre quedó asociado a la isla
principal. Los portugueses fueron los soberanos hasta el siglo xxviii, momento
en el que pasaron a dominio francés que reclamó la zona como perteneciente a su
territorio colonial y la ocuparon con esclavos africanos que trabajaron en
plantaciones de coco. La isla era alternativamente habitada y abandonada pero
al finalizar el ciclo de las guerras napoleónicas con la caída de Bonaparte los
británicos se quedaron con ellas gracias al Tratado de París de 1814. El
incremento de la navegación dotó a las islas de una cierta importancia como
punto de reabastecimiento de carbón para los buques ingleses, y aquí la
historia vuelve a conectar a Diego García con nuestro país, solo que no ya por
el navegante, sino por la isla.
Los ingleses cambiaron el
estatus jurídico de las islas de “colonia” a “Territorio Marítimo de Ultramar”,
situación co
Ahora bien, el “caso Diego
García” nos muestra claramente con qué impunidad, hipocresía y doble estándar
se maneja Gran Bretaña en la política internacional. En la disputa por la
soberanía de las Islas Malvinas claman por un supuesto reconocimiento al
derecho de autodeterminación de los pueblos, claro que se trata de una
población implantada y no originaria, los kelpers, a quienes dicen “se debe
escuchar y respetar”. Insisto, éste derecho es reconocido a los pueblos que
originariamente viven en dicho lugar y no es el caso de los kelpers por lo que
estos habitantes no gozan de tal derecho.
Ahora bien, veamos la
situación en Diego García. En 1966 los británicos arrendaron la isla a los
Estado Unidos que puso como condición que la isla fuera entregada “libre de
población local”, es decir, que se expulsara a sus habitantes originarios,
aproximadamente 2000 personas; documentos desclasificados muestran que los
norteamericanos utilizaron la eufemística expresión “saneadas”, las islas
deberían ser “saneadas” antes de la entrega. A partir de ese momento se se
reclasificó a sus isleños como residentes temporarios y se empezó a negar el
reingreso a los habitantes que habiendo salido deseaban volver a sus casas en
las islas, y luego directamente fueron sistemáticamente expulsados y reubicados
en Mauricio y las Seychelles. Los “chagositanos”, gentilicio de los habitantes
originarios de las islas, reclaman desde
ese momento su derecho a volver a su territorio y por supuesto, el derecho de
auto determinación de los pueblos que en éste caso sí evidentemente procedente. Si en el caso de las
Malvinas los ingleses invocan (mal) el derecho de autodeterminación de los
puebles uno pensaría que coherentemente deberían aceptarlo en el caso Diego
García, pero la respuesta es que no. En un claro ejemplo de doble estándar, lo
que invocan como derecho lo niegan cuando tal derecho es invocado por otros. En el año 2000 la Justicia británica reconoció
como ilegal la expulsión de los habitantes, pero en 2003 a instancias del premier Tony Blair se
revirtió la decisión. En 2006 otro pronunciamiento al respecto reconoció el
derecho de los isleños a regresar como una de las más fundamentales libertades
reconocidas a los seres humanos. Pero nada cambió. La comunidad internacional
ni atiende el reclamo de los isleños chagositanos, quienes permanecen
silenciados por la potencia colonial, e invisibles ante la comunidad internacional.
Pero el oprobio no termina
aquí. Estados Unidos ha arrendado la isla para instalar una base naval, es
decir, para militarizarla como punto estratégico en el Índico. Desde dicha base
salieron misiones aéreas para las operaciones militares en Irak y Afganistán.
Además se ha denunciado que son también utilizadas para alojar a prisioneros
vinculados a la lucha contra el terrorismo, transformando a Diego García en una
suerte de Guantánamo más oculto, sin control y violatorio de las leyes
internacionales y de los derechos humanos. La ONG inglesa “Reprieve” ha
denunciado el hecho reclamando que los norteamericanos utilizan territorio
británico para sostener prisiones ilegales en las que la CIA tortura
prisioneros.
El arrendamiento norteamericano
termina en 2016, oportunidad única para desinstalar dicha base, devolver a los
chagositanos su isla, y dejar que decidan si quieren ser libres e
independientes, algo que ya adelantaron. Por supuesto, las negociaciones para
renovar el arrendamiento se encuentran avanzadas, ante el silencio de Naciones
Unidas.